La barrica es el recipiente donde tradicionalmente se envejecen los vinos, pero ¿qué sabemos de ellas? Y la gran pregunta que todos se hacen: ¿durante cuánto tiempo pueden ser útiles?
Entrar a una sala de crianza llena de barricas de madera es toda una experiencia sensorial. No sólo por el particular olor a vino y madera que a menudo flota por estos lugares, sino por toda la magia que los rodea.
¿Quién no ha tenido la sensación de encontrarse en un lugar especial y lleno de energía frente al patio de barricas de una bodega? Algo mágico y algo oculta está pasando con el vino que contienen estos depósitos … ¿qué será?
¿Qué sucede dentro de una barrica?
De manera reposada y tranquila, el vino está cambiando sus propiedades organolépticas: es decir, su sabor y sus aromas.
Dentro de la barrica, el vino irá absorbiendo los aromas procedentes de la madera: el tostado, las notas de ahumados, los tonos del cacao o la vainilla.
El tipo de madera de la barrica es esencial para la construcción de grandes vinos y el enólogo tendrá mucho que decir en función del perfil de vino buscado.
El tipo de roble, el tamaño de grano y el tostado influirán notablemente sobre la gama aromática, la dulzura y la aportación de taninos.
¿Qué vida puede tener una barrica?
Pues dependerá de para qué la queramos usar. Las barricas generalmente permiten hacer su función en óptimas condiciones durante aproximadamente 8 años.
Cuanto más nueva sea la barrica, más aromas y sabores aportará al vino.
Para otras tareas como la separación de sedimentos y para hacer trasiegos pueden llegar a ser aptos durante unos 40 años.
Cuando se trata de hacer vinos de alta calidad la renovación de todo un parque de barricas se puede producir aproximadamente cada 10 años, a razón de un 10% anual. O incluso en franjas más estrechas de tiempo dependiendo de las directrices del enólogo.
A veces se busca que la aportación de la madera en el vino sea sutil, y por ello se utilizan barricas que previamente hayan contenido otros vinos.
¿Aportan algo más las barricas?
¡Pues sí! En realidad, la barrica no sólo sirve para envejecer el vino. También tiene otras finalidades como permitir limpiar el vino separando los posibles sedimentos. Aporta sustancias agradables y saludables (como son los taninos o el resveratrol), y finalmente permite la microoxigenación que fija los antocianos del vino con los taninos y estabiliza el color.
¿Y la barrica de casa?
En algunas casas de pueblo todavía se pueden encontrar botas centenarias. A menudo estos depósitos guardan grandes tesoros en su interior. Estas barricas van renovando religiosamente el vino todos los años en los meses de octubre y noviembre.
En muchas casas se encuentra también la llamada «bóta del racó», un recipiente de lo más venerado situado en un lugar cargado de buenas energías e intenciones que llena de virtud el vino de la casa.
Como decíamos la vida de la barrica dependerá en última instancia de la utilidad que deseemos sacarle.
Si la queremos para aportar nuevos gustos y aromas marcados a un vino nos decantaremos por la madera nueva. Si por el contrario se trata sólo de estabilizarlo, fijando el color y los aromas propios del vino la vida de la barrica se alargará. En este último caso influirán los años de la barrica sólo si ésta ha sido bien utilizada y conservada.
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